Ruta a la Navidad junto al Padre Acosta - Primer Domingo de Adviento

    En este Blog también se estarán publicando artículos por temporadas gracias a nuestros colaboradores y al inicio de este Blog y con el comienzo del nuevo Año Litúrgico con el Tiempo de Adviento, tenemos la bendición de tener como uno de nuestros colaboradores del Blog al Padre Acosta y en esta temporada sus publicaciones se llamarán “Ruta a la Navidad junto al Padre Acosta”. Esta primera publicación es sobre el Primer Domingo del Tiempo de Adviento.

    Primer Domingo de Adviento

     El Adviento, que comenzamos hoy, nos lleva a la Navidad, y desde allí, a la espera del regreso glorioso de Cristo. Nos llama a un encuentro personal con Él. Cada día nos llama, cada día nos quiere sacar de nuestros nubarrones, de nuestras angustias, de nuestros desalientos y desamparos. Es un tiempo para dejarnos despojar de nuestra vida rutinaria y llenarnos de esperanzas, luces en el corazón, anhelos de plenitud.

     El Evangelio correspondiente al Primer Domingo de Adviento que se lee en todas la iglesias (Evangelio Según San Lucas 21:25-28,34-36), nos enseña dos modos de vivir: con la cabeza elevada o con el corazón ofuscado. Decidámonos a vivir con la cabeza elevada, como hijos de un Dios Padre, que es Amor. Sabiendo descubrir la grandeza de lo que nos rodea, del amor de Dios que nos rodea en nuestras situaciones concretas y reales, en nuestra familia, en nuestro trabajo y descanso, en nuestros amigos. Cristo nos da sus luces, su fuerza, su vida para saber descubrirle en cada cosa. Allí está Él, esperándonos, para llenarnos de su gracia, de su modo de vivir y amar. Pero, muchas veces, vivimos con el corazón ofuscado. Nuestros problemas y dificultades, nuestras miserias y debilidades, nuestros temores, nuestras decepciones, nuestros egoísmos y soberbias, parecen tener más fuerza. Llenamos nuestros anhelos profundos de felicidad, de abundancia, de generosidad, con un alimento que no sacia, porque vivimos mirándonos a nosotros mismos.

     En el Evangelio del comienzo del Adviento, Jesucristo nos da la clave para vivir cada día con la cabeza levantada. Nos llama a estar despiertos y orar. Estar despiertos de ese sueño que siempre gira en torno a uno mismo, que nos encierra en nuestra vida con sus problemas, alegrías y dolores. Estar despiertos para mirar más allá de nosotros mismos: allí donde Dios está mirando, allí donde Dios quiere llevarnos, sus sueños de amor para nosotros y para este mundo. Estar despiertos para hacernos preguntas que vayan a lo profundo de nuestro corazón: cómo y para quién quiero gastar mi vida. En segundo lugar, el Señor nos llama a orar levantados, esperando a Jesucristo para que en cada rato de oración redirija nuestros pensamientos y corazones hacia Él y hacia nuestros anhelos más profundos de felicidad. Le esperamos levantados, rezando, para que nos abra hacia los demás, para que nos saque de nuestra pequeñez, para que podamos mirar este mundo con un corazón enamorado.


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