Ruta a la Navidad junto al Padre Acosta - Navidad
Navidad
Cuando llegan las Navidades, decía San
Josemaría, «me gusta contemplar las imágenes del Niño Jesús. Esas figuras que nos muestran al Señor que se anonada, me recuerdan
que Dios nos llama, que el Omnipotente ha querido presentarse desvalido, que ha
querido necesitar de los hombres. Desde la cuna de Belén, Cristo me dice y te
dice que nos necesita, nos urge a una vida cristiana sin componendas, a una
vida de entrega, de trabajo, de alegría. No alcanzaremos jamás el verdadero
buen humor, si no imitamos de verdad a Jesús; si no somos, como él, humildes.
Insistiré de nuevo: ¿habéis visto dónde se esconde la grandeza de Dios? En un
pesebre, en unos pañales, en una gruta. La eficacia redentora de nuestras vidas
sólo puede actuarse con la humildad, dejando de pensar en nosotros mismos y
sintiendo la responsabilidad de ayudar a los demás» (San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 18).
A ESE DIOS escondido lo adoraremos estos
días cada vez que nos acerquemos a besar y acariciar al Niño Jesús. Hecho pobre por nosotros, yace entre pajas; le daremos calor, le
abrazaremos con cariño. ¡Quién no se acerca a Dios! ¡Quién no se aproxima al Niño Jesús, ahora que tiende sus brazos hacia nosotros, ahora que necesita de
nuestro cuidado! En estos días, no tendremos ojos más que para ese nacimiento.
Como los pastores, dejado el rebaño, nos acercamos humildes a la cuna.
Son días para vivir en familia,
especialmente aptos para la contemplación. Podemos orar delante del pesebre y
adorar a Dios en silencio. ¡Se purifican tantas cosas durante unos días en que
los actos de amor son tan intensos! «Conservad en vuestra Navidad – decía el Papa San Pablo VI – el carácter de fiesta hogareña. Cristo
al venir al mundo santificó la vida humana, en su primera edad, la infancia;
santificó la familia, y en especial la maternidad; santificó el hogar humano,
el nido de los afectos naturales más entrañables y universales (...). Procurad
celebrar vuestra Navidad, a ser posible, con vuestros seres
queridos, dad el regalo de vuestro afecto, de vuestra fidelidad a esa familia
de la que habéis recibido la existencia» (Papa San Pablo VI, Audiencia General,18-12-1963)
De frente al pesebre, junto a María y José,
comprobamos que «Dios no te ama porque piensas correctamente y te comportas
bien; Él te ama y basta. Su amor es incondicional, no depende de ti. Puede que
tengas ideas equivocadas, que hayas hecho de las tuyas; sin embargo, el Señor
no deja de amarte. ¿Cuántas veces pensamos que Dios es bueno si nosotros somos
buenos, y que nos castiga si somos malos? Pero no es así. Aun en nuestros
pecados continúa amándonos. Su amor no cambia, no es quisquilloso; es fiel, es
paciente. Este es el regalo que encontramos en Navidad: descubrimos con asombro que el Señor es toda la gratuidad posible,
toda la ternura posible. Su gloria no nos deslumbra, su presencia no nos
asusta. Nació pobre de todo, para conquistarnos con la riqueza de su amor» (Papa Francisco, Homilía de Santa Misa de Nochebuena, 24-12-2019)
La Virgen Santísima y San José son nuestra
primera familia con la que queremos vivir esta nueva Navidad.
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