Tercer Domingo de Adviento
En la liturgia de la Iglesia, el tercer
domingo de Adviento es conocido como domingo «Gaudete» o «de la
Alegría», y se nos invita a reflexionar sobre la causa de nuestro gozo.
Todos, en lo más profundo de nuestra alma, ansiamos ser felices. Sin embargo,
en ocasiones buscamos esa alegría solo en aspectos parciales de nuestra vida:
en poseer ciertos bienes materiales, en el reconocimiento social que recibimos,
en adquirir algún tipo de cualidad o en una serena vida familiar. Todo esto es
bueno, sin duda, pero San Pablo nos recuerda que esas alegrías solo llegan a su
plenitud cuando están enraizadas en la felicidad que nos regala Jesús: «Alégrense
siempre en el Señor».
La alegría «es la respiración, el modo
de expresarse del cristiano». Así como la respiración es la primera
manifestación al salir del vientre de la madre, una manifestación de vida, la
alegría sincera es una manifestación de que Jesús ofrece una respuesta
auténtica a los anhelos profundos de nuestro corazón.
Dios, de una manera sorprendente,
manifiesta más alegría por la Navidad de la que tenemos nosotros mismos,
así de grande es su anhelo por encontrar un espacio en nuestra vida.
Por eso la Iglesia en el evangelio de hoy (Lucas 3:10-18) nos recuerda a Juan el Bautista. Él nos enseña lo que debemos
hacer; Convertirnos, luchar contra el pecado, servir con generosidad a quienes
están a nuestro lado. Hagamos propósitos concretos.
Y, a partir de mañana, vivamos con María y
José, con la Alegría de las Misas de Aguinaldo, un nuevo cumpleaños de Jesús.
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